jueves, abril 20, 2006

Una de tv: ¿Por qué funciona C.S.I.?

Crime Scene Investigation comenzó como una serie destinada a responder a los gustos de una audiencia que ya había sido bastante sensibilizada por otras que, como The X files, habían hecho de lo macabro y misterioso el marco de su acción. Hoy en día se trata de un franquicia que cuenta con la original, con sede en Las Vegas, y sus versiones en Miami y Nueva York.
Me declaro fanático de la serie y, en mi carácter de escritor, profesor de escritura creativa y entusiasta de las formas de producir ficción, me voy a dedicar por un par de días a comentar por qué considero que C.S.I funciona.
La idea original parte de la lectura de un artículo del escritor J. G. Ballard, autor de la novela en la cual está basada la película “Crash” (no la del Oscar de este año sino la de David Cronenberg de hace unos cuantos años atrás), en el cual se analiza la serie. En algunos puntos coincidimos pero son aquellos en los que diferimos profundamente en los cuales quiero detenerme.

Primera parte: el tema de C.S.I.
Aunque parece evidente pensar: el tema de C.S.I. es, digamos, la búsqueda de justicia de un grupo de científicos forenses. Para mí el asunto es muy complejo. Caso a caso, C.S.I. expone como tema excluyente la naturaleza humana, la diversidad de sus manifestaciones y sus lados más nobles y más grotescos. Cada sospechoso que va armando una cadena de mentiras que pronto intuimos que será su condena es un sujeto de laboratorio para una determinada patología.
La transformación de un aparente transeúnte inocente en sospechoso y de allí en perturbado criminal forma un manual de decadencia y descomposición humana. Cada uno de los móviles de los asesinatos alimentan una convicción de que, bajo las ilusiones de la percepción y las ambiciones cotidianas somos capaces de cualquier cosa.
Porque es ése el verdadero drama: a veces podemos hacer el vínculo con alguna situación propia en la cual nosotros decidimos de manera civilizada pero, de cualquier manera, hay dentro de nuestra mente, seguramente, la sombra de un potencial asesino.
Pero, a la vez, se encuentra la naturaleza humana de los forenses. Gil Grissom tiene el peso constante de ser la voz racional de la ciencia, de ser escéptico a toda prueba, de venerar a un dios elusivo como las evidencias, de restringir sus sentimientos para no contaminar su observación, pero esta deformación laboral ha permeado en su vida personal y se ha convertido en un ser aislado entre insectos, teorías y desprecio por el aspecto burocrático de su trabajo (continúa mañana)