sábado, agosto 26, 2006

Un pequeño homenaje a Jorge Göttling: El renacimiento de una ceremonia

A mis amigas porteñas, a mis amigas tangueras.

"Durante décadas, la agonía del tango-danza revirtió un proceso bello y original: aquel baile creativo se había convertido en una danza neutra, sin ideas, monótona, una excusa para conversar de cerca. En suma, una actividad atlética, con certificado de defunción a corto plazo.

Acá, la danza se había refugiado en oscuras pistas de extramuros, casi clandestinas, en las que imperaba un rito con contraseñas: sólo bailaban los veteranos, con mujeres de peinado de peluquería. En rigor, un viaje al fondo de los sentimientos muertos y las miradas cansadas.

El redescubrimiento partió de la mirada joven: el tango-danza es estallido, misa pagana, fantástico despliegue de movimientos sensuales de piernas, brazos, caderas, un desafío a la imaginación, la creatividad y el alarde.

La trascendencia del abrazo que unifica la pareja implica la fijación de los roles: como un atavismo, el hombre ejerce autoridad, se convierte en personaje activo.

Al influjo de la orden de su mano, la mujer toma su propia posición, dejándose llevar cadenciosamente, lánguidamente por el varón.

El lenguaje de las manos es el rector de la danza, en el entendimiento de que lo que el hombre no puede marcar con la orden dada por sus manos para que la mujer lo ejecute instantáneamente con sus pies, no es auténtico, no es tango.

Los rostros de los bailarines reflejan la peripecia: caras que son una tragedia, otras caras que son una juguetería, como en el sexo.

Buenos Aires revive hoy el auge de un baile nacido hace más de cien años. Un paseo rítmico y cadencioso, una marcha reconcentrada de solo tres minutos. A veces, toda una eternidad."

(clarín)