viernes, septiembre 29, 2006

Una crónica de Ariel Scher sobre la posible mudanza del Boca Jrs. de Argentina de su estadio, La Bombonera

"La vista, el olfato, el tacto y, sobre todo, el oído tiene despiertos Oscar en el momento en el que escucha por radio que Boca puede sacar su cancha de la Boca. Lo primero que lo atraviesa es un estremecimiento porque, no en vano, en la Bombonera, palpitó enormes domingos de su vida. Lo segundo que lo impacta es que él, hecho un niño, estuvo, también con la vista, el olfato, el tacto y el oído despiertos, en la misma Bombonera, cuando la estrenaron el 25 de mayo de 1940. Lo tercero que lo sacude es el recuerdo mayor de aquel día: a su lado, como un hombre entre los hombres, pasó alguien que había sido presidente.

Era así: el general Agustín P. Justo, jefe del Estado argentino entre 1932 y 1938, dueño político de lo que los libros de historia llaman "la década infame", el líder conservador que pasó al lado de Oscar, tuvo un vínculo fuerte con la aparición de ese estadio. Inclusive, la Memoria de Boca de 1940 lo homenajea: "Su nombre (el de Justo) habrá de merecer el constante recuerdo de gratitud de las generaciones boquenses del futuro".

Oscar sabe la historia de la Argentina y sabe la historia de Boca. Sabe —y lo repite mientras en la radio analizan una eventual mudanza de la Bombonera—, por ejemplo, que jamás en la infancia o en la adolescencia Justo se hubiera imaginado cerca del fútbol. Pero vio en la popularidad de Boca, una ruta para llegar a la gente, algo que para alguien que ocupaba cargos cumbres en la era del el fraude electoral no era poca cosa. En 1931, había encabezado la Comisión de Hacienda del club que compró los terrenos para hacer un campo de deportes. En 1936, como primer mandatario, había firmado el decreto que le dio a Boca un préstamo de 1.600.000 pesos para edificar el estadio. En 1938, cuando comenzó la construcción, lo habían designado "padrino de la colocación de la piedra fundamental" y hasta le regalaron la cuchara de la ceremonia. En 1940, ya socio honorario de la institución, se sentía bien de Boca y ese escenario nuevo y grande, igual que a Oscar, lo atrapaba.

En la radio insisten con que, tarde o temprano, Boca llevará sus ecos a otra parte. A Oscar le cuesta creerlo. Deja las memorias de Justo y repasa otras mil historias que vivió en Boca desde aquel día inaugural. Lo hace con la vista, con el tacto, con el olfato, con el oído. Lo hace con el corazón." (el clarín)