lunes, noviembre 27, 2006

Una respuesta: opinión desde Vivir es cuestión de método sobre la marea roja de autobuses

Luis Carlos comenta sobre nuestra entrada de esta mañana donde citábamos la nota de El nacional acerca de la nueva muestra de movimientos de autobuses para la llamada marea roja, que permitieron el desplazamiento de muchos de los simpatizantes del presidente de la república al acto del domingo 26, y nos invita a que realicemos una valoración de este hecho...

Valga el lugar común, para nosotros tiene varias lecturas y nos produce diferentes reacciones.

La primera es la de indignación cuando pudimos observar (no por globovisión sino al lado de nosotros) unidades de transporte pertenecientes a las misiones del gobierno nacional o a entes dependientes de los gobiernos estadales. Realmente, como diría el candidato outsider, ya basta de que nos vean la cara de bolsa.

Eso es ventajismo, eso es corrupción. Y no vengan conque "los adecos también lo hacían". ¿No es el país perfecto lo que supuestamente construimos? Mal camino llevamos con ese consuelo de tontos.

Otra lectura es de la una maquinaria electoral que debe responder a las exigencias de igualar una marcha como la del candidato Rosales el día sábado. Pese a la polémica que pueda traer hay que tener en claro algo: hay un buen número de personas que simpatizan con el presidente Chávez, pero eso no quiere decir que estén dispuestos a todas las incomodidades y sacrificios de un viaje por su propia cuenta para escucharlo atacar molinos de viento por al menos tres horas.

Son gente que no pensará ni una vez frente al tablero Smartmatic al momento de apoyar al comandante, pero hasta allí. A menos que se organice una movilización en autobuses, con comida y, probablemente, como ha pasado en ocasiones anteriores, viáticos, la motivación sería casi nula. El presidente mismo se ha encargado de saturarnos a todos de su presencia.

Finalmente y, aunque suene exagerado, lo de los autobuses nos parece un síntoma que, en nuestra opinión, ha acompañado al MVR desde su fundación: la decadencia. Ese tipo de movilizaciones era propia de los adecos heridos tratando de demostrar que todavía tenían vida. El MVR, como plataforma demasiado heterogénea de un líder particularmente carismático como Hugo Chávez, nunca tuvo ascenso ni esplendor, nacio de conspiraciones clandestinas en los cuarteles y barrios, obtuvo el poder y mandó, pero siempre desde la decadencia.

Y, como dijo alguna vez Oscar Schemmel de Hinterlaces, esa es la razón por la cual Hugo Chávez tiene, al mismo tiempo, la firmeza y la fragilidad del cristal en su estancia en el poder. A diferencia de Betancourt, de Caldera, su proyecto presupone que la única condición para que se mantenga es que esté él en el poder.

A veces arroja, como una carnada para peces incautos, que él se piensa retirar, que esto puede seguir con "el pueblo". Pero cuando la gente en desbandada le reclama, llama su atención en actos públicos, rápidamente los puntualiza: "Aquí el líder soy yo y hay que obedecer al líder".

Luchar contra esa decadencia -que puede ser comparable a la del señor Omar Barboza como lugarteniente de Manuel Rosales- debería ser nuestra verdadera revolución. Y debería hacerse con Chávez, sin Chávez o a pesar de Chávez.

Basta decir que el país existió unas cuántas décadas sin el actual presidente. Basta decir que es fácil imagianr que lo sobrevivirá por largo tiempo. Basta decir que en carro, a pie o en autobús, los venezolanos debemos dejar de poner nuestros sueños y esperanza en líderes de cualquier ideología y recanalizarla hacia nosotros mismos y hacia este país, no porque nadie nos acarree sino por decisión propia.

¡Salud y a votar el domingo!

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