viernes, febrero 23, 2007

Un estamento de la revolución venezolana: los adulones

Cipriano Castro llegó al poder, cómo no, sobre banderas revolucionarias. Su primer orden de cuentas en Caracas era desquitarse de todo el resentimiento social y sus privaciones y darse a vivir, junto con una selecta camarilla, una vida de reyes, utilizando el dinero público como propio...

¿No les suena conocida la historia?

De cualquier manera, junto con la revolución de Castro, llegó también, como diría un profesor nuestro, la adulonería. No se trata de adulantes o adulancia sino es un grado peor, es arrastrarse y coletear con la dignidad propia el suelo con tal de ganar los favores de poder y económicos que los gobernantes siempre reparten con generosidad a aquellos que los apoyan.

Gumersindo Rivas, individuo puertorriqueño, aprovechó bien la debilidad de Castro y desde su periódico El constitucional se dio a la tarea de la adulonería y sirvió como vehículo para que otros se unieran al coro a través de manifiestos y comunicados en favor de Castro.

Hoy, Venezuela, 2007, nueva revolución, nuevo adulones.

Basta decir algunos nombres como el de los hermanos García Ponce, del periódico Vea; o Mario Silva de La hojilla, para darnos cuenta que se está creando e incluso consolidando la nueva clase de adulones.

Flaco favor, por cierto, le hacen a la supuesta revolución: sin control alguno de parte de los demás poderes del Estado, los adulones lo que hacen es aplaudir con desespero los desaciertos presidenciales y nunca se solucionarán los problemas porque nunca se asumirán como tales.

En esto estamos, pues, en esta tierra de gracia, criando adulones. Y, considerando que nunca hay suficiente de estos individuos, ¿Alguien se anima apostularse para las vacantes?

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